martes, marzo 16, 2010

Spartakus

 Por Salomón Patzl


“Lo único que se necesita para que triunfe la maldad, es que los hombres buenos no hagan nada.”
Edmund Burke

Hay un no nacido y su tiempo no está lejos… Y viene desde abajo. Autoridad le será dada desde arriba.

Los firmamentos del mundo le temerán. Tiene en la frente un nombre blasfemo. “El Ungido, inclínate ante el Elegido de Dios, Yo soy el Señor”. Su nombre será Mentira, y tres veces... en blasfemia, 666 para que el mundo le reconozca y le siga.

Fuerstenberg había regresado en el 2002. Había estado en Alemania por algunos años y fue para mí un regreso fantástico, por lo que significaba para nuestro movimiento.

Samuel Fuerstenberg sabía que se enfrentaba a la Gran Conspiración, comprendía bien a sus perseguidores y sabía lo que debía hacer para devolver el golpe. Se sentía muy cansado, ya pensaba en lo que debía hacer apenas pisara tierra.

- En qué piensa señor?- dijo Tomás.
- Y Fuerstenberg como queriendo entender las cosas se quedó unos segundos pensativo- Hasta dónde llegaremos mi amigo?- era como si su pregunta no tuviera una respuesta segura.
- Señor, dijo Tomás, la vida no es fácil y a veces tenemos que hacer lo que la Justicia exige de cada uno de nosotros, no importa cómo. Si no se hacen las cosas correctas, nada funcionará como debe ser.
- Y cuál es la forma correcta, Tom?
- Creo que todo el mundo lo sabe señor…y por eso callan cuando se les pregunta.
- Fuerstenberg miró por la ventana del avión… impotente ante su destino.

Eran décadas de humillación. El país se sentía desgarrado y el pueblo era muy infeliz. Por cinco décadas nada había sido corregido. La organización que fuera fundada por los grandes hombres de la patria ya no existía, la mayoría había abdicado y otros se habían vendido. Había que recomponer todo y reestructurarla nuevamente. O el país caería en manos de fascistas y el totalitarismo terminaría por asentarse, como un ángel caído se asienta en el trono de Dios.

Mi amigos me llaman Monty, mi padre me lo puso por su admiración y cariño por el héroe que había derrotado a la leyenda conocida como el Zorro del Desierto. Me llamo Diego La Torre Rohrbach. Natural de Lima. Aquí he vivido toda mi vida, de niño he sido algo pendenciero pero con un enorme sentido de la justicia y sobre todo con ese afán porque siempre pague el cobarde.

Hoy, particularmente, estaba algo preocupado. Nuestra organización tenía un mensaje para Fuerstenberg; los viejos lobos no estaban muy de acuerdo con la línea dura que estaba siguiendo Fuerstenberg, pero nosotros debíamos respeto a la Orden, aunque estuvieran equivocados. Habíamos hecho un convenio sagrado desde muy jóvenes de servir a ella enteramente. Y Fuerstenberg no regresaba como periodista ahora, sino como el líder del movimiento. La Orden Noble debía renacer de sus cenizas, y Fuerstenberg era el hombre preordenado para ello.