jueves, enero 24, 2008

El cojudo y la sociedad

Por Sofocleto

"Dedicado a nuestro amigo elanonimosoy, que por listo, cobra su aporte de ingenio"

Dado que el mundo está lleno de pendejos, no podríamos definir a la Sociedad como "un conglomerado de insignes cojudos" y, en consecuencia, para determinar la ubicación exacta del cojudo en nuestro medio social tendríamos que comenzar formulando una Tipología del Cojudo en sus dos manifestaciones esenciales:
a) El aspirante a Cojudo, y
b) El Cojudo propiamente dicho.

El aspirante a cojudo no es, como podría suponerse, un menor de edad ni nada parecido. Es simplemente un sujeto al que la vida no le dio todavía la oportunidad de hacer una Gran Cojudez que le sirva como tesis doctoral o de resbalar en un Cojudeo Sensacional que lo prestigie en el medio ambiente como un cojudo legítimo...

El Cojudo propiamente dicho es otra cosa. Nació para ser cojudo y cumple su destino a la perfección, sin quemar etapas, sin saltarse a la torera ninguno de los requisitos que exige la ortodoxia y la liturgia de la Cojudez Ancestral. Al cojudo de profesión le ponen cuernos, lo estafan, lo asaltan, le embarazan a la hija y le devuelven a la hermana. Tiene tías solteronas y va al circo solo, porque se encandila con el payaso, el trapecio y los leones.

Es siempre el último de la cola, el que pierde la lotería por un número y camina como pato porque sufre escaldadura crónica. Como todo cojudo auténtico, es devoto de un santo rarísimo, y llora con las películas mexicanas porque siempre se identifica con el que lleva la peor parte, así se trate de Sara García.

El cojudo propiamente dicho, llega a su climax sobre los treinta años y alcanza la apoteosis a los cincuentinueve. De los sesenta para arriba es lo que se llama "un viejo cojudo", lo cual significa que no le falta sino cometer la Gran Cojudez Final que cierre con broche de oro su carrera, antes que algún pendejo de la familia consiga meterlo en el manicomio bajo los cargos de Arteriosclerosis Generalizada y Problemas de Conducta que es como los siquiatras llaman a los cojudos, para disimular...

Pero los cojudos propiamente dichos, los cojudos que hacen honor a la cojudez y sirven de materia prima al cojudeo, no se sienten discriminados ni disminuídos. No hacen grupo aparte ni cultivan el sectarismo en cualquiera de sus formas. Por el contrario, los vemos actuar en todos y cada uno de los estratos que componen el mundo en que vivimos.

Así tenemos cojudos artistas que se hacen fotografiar en una pose romántica y les sale homosexual; cojudos intelectuales que le escriben un libro de poemas a la mamá porque no han podido resolver su Complejo de Edipo; cojudos políticos que terminan en la cárcel por hablar de la libertad; cojudos industriales que abrigan el proyecto de manufacturar leche de burra en polvo; cojudos deportistas que lanzan la jabalina y ensartan al portero del estadio... Bueno, la lista es interminable porque los cojudos se reproducen como si los hubiese parido un mimeógrafo.

Sin embargo, la cojudez no es promíscua en el orden social y, por el contrario, sus adeptos se ciñen a los estrictos cánones que separan una clase de otra. Llegan a tal extremo que - si nos encontrásemos frente a un cojudo sin ropa, en la más completa desnudez y libre de elementos que nos permitieran identificarlo a simple vista - bastaría saber qué le gusta, qué prefiere, qué sabe o qué le interesa en la vida, para situarlo sin posibilidad de equívoco en el estamento social que le corresponde.

Porque, si bien las cojudeces y los cojudos se dan por igual en todos los renglones de la vida diaria, es la naturaleza de unas y otras lo que regulariza al cojudo dentro de su esquema comunitario. En principio, la cojudez tiene una raíz democrática porque lo mismo ataca al rey que al pinche de cocina y tan cojudo puede ser un Premio Nobel como un analfabeto sordomudo. Pero, admitiendo que todos los cojudos son substancialmente iguales, la diferencia estriba en el tipo de cojudez que comete cada quien, en función de su categoría social. Vale decir, no podemos separar al cojudo de su circunstancia...

La diferencia es clarísma y no requiere mayor explicación excepto en cuanto a que, según vemos, 1) El cojudo de arriba se siente criollo, 2) El cojudo criollo se siente de clase media y 3) El cojudo de clase media se siente de arriba, en una legítima ensalada social donde están representados todos los tonos, ya que tenemos cojudos negros, blancos, mestizos, cholos, extranjeros nacionalizados y demás colores del arco iris, que es el fenómeno más cojudo de la naturaleza.

En el Perú, solamente el asiático puro es inmune a la cojudez. No hay chinos ni japoneses cojudos. Más bien son cojudos sus descendientes - los nisei y los tusán - cuyo sólo nombre es una perfecta cojudez. Y esto es fácilmente explicable si consideramos la influencia del clima sobre la mentalidad peruana, donde somos tan cojudos que el de la Selva emigra a la Sierra, el de la Sierra se viene a la Costa y el de la costa se va a la Selva, buscando siempre algún cojudo que trabaje por él y lo mantenga.

Al final es el clima quien dice la última palabra cuando el de la Selva se muere de frío en la Sierra, el de la Sierra se muere de asma en la Costa y el de la Costa se muere de calor en la Selva. Así, los chinos y los japoneses de la primera generación aguantaron a pie firme y pudieron luchar contra la contaminación ambiental, pero los de la segunda generación ya vinieron con defectos de fábrica y algunos cometieron cojudeces tan dignas del siquiatra como esa de poner un restaurante frente a Lurigancho y darles crédito a los presos. Eran los nisei y los tusán que ingresaban por todo lo alto en el mundo alucinante de la cojudez...

La Cara de Cojudo

No lo digo con espíritu chauvinista pero el peruano tiene cara de cojudo como resultante de dos grandes motivaciones: a) Porque es un cojudo auténtico y su rostro es la expresión natural de la cojudez que atesora en el cerebro o b) Porque es falso cojudo, inflitrado en las filas enemigas con algún propósito inconfesable...

Creo sinceramente que los cojudos son felices. Hacen cojudeces, hablan cojudeces, piensan cojudeces y tienen una vida tan cojuda que nada les podría envidiar una ostra. Pero esa misma cojudez innata le impide examinar objetivamente su problema y hasta, en algunos casos, juro que los he oído reirse de algún pendejo, por ahí.

Yo tuve un primo cojudo que murió cuando reparaba su televisor sin haberlo desconectado previamente. Se trataba de un caso incurable, porque mi primo era cojudo de nacimiento, pero vivía feliz. Los problemas le importaban un carajo y los dramas de la vida cotidiana le resbalaban por encima de la piel, a tal extremo que llegué a preguntarme si mi primo no sería un pendejo navegando con bandera de cojudo.

Sin embargo, no lo era. Digo, un pendejo. Porque su cojudez tenía el sabor fresco de las cosas puras y a su cara de cojudo no le faltaba sino la aureola para recibirse de santo en la familia. Un día hice una cojudez, deliberadamente, para ver qué pasaba. Luego hice otra y después una tercera, sin que el experimento me afectara mayormente. Pasé a vivir entre cojudos con la intención de escribir un libro sobre ellos pero a los veinte días los cojudos escribieron, entre todos, un libro sobre mí. Confieso que esto me sumió en un mar de dudas. ¿Era yo un pendejo entre cojudos, o era un cojudo entre cuatro pendejos? No tenía manera de averiguarlo y decidí mirarme en el espejo para discutir el punto conmigo mismo. Bueno, me encontré con la más perfecta cara de cojudo que he visto en mi vida...

Se dice que la nuestra es una sociedad disolvente, como los ácidos y los antipáticos (obsérvese cómo, cuando algún antipático se acerca al grupo, el grupo se disuelve o se licúa ipso facto). Yo diría, más bien, que vivimos en una atmósfera acojudante, espesa y plomiza, donde el clima juega, sin duda, un papel importantísimo en la fabricación de cojudos al por mayor. Contra el clima no se puede, porque no hay ser humano capaz de enfrentarse victoriosamente a enemigos tan inasibles como la humedad de la Costa, que nos acojuda con el reumatismo; la inestabilidad de la Sierra, que deja cojudo al metereólogo más despierto, y las lluvias de la Selva, que son una cojudez solamente comparable con el Diluvio...

De otra manera resulta inexplicable de que sí se jodieran impajaritablemente los incas, los españoles, los libertadores y los republicanos, por la vía de hacer cojudeces tan catastróficas que hasta hoy no terminamos de levantar cabeza.

Yo, sinceramente pienso, que si alimentásemos a una computadora con todo lo que constituye la anécdota, lo absurdo, lo increíble, lo Cojudo, vamos, de nuestro pasado, dicha computadora volaría en mil pedazos o emitiría una respuesta indignada, que diría algo así como: "¡No jodan... ese país no existe!". También podría volverse loca y seríamos el primer país del mundo que tuviera un IBM en el manicomio...

No hay ex-cojudos en nuestro país, así como no hay excusados en Masutolandia. Tampoco los habrá nunca (ni ex-cojudos ni excusados) porque ningún pendejo perfeccionaría una droga para curarlos, así como ningún cojudo tendría la necesaria lucidez para descubrirla. No, cojudos habrá siempre y para identificarlos bastará con buscarles la señal inocultable que los caracteriza: El pelo de cojudo. Como sabemos, todo cojudo tiene "Un Pelo" (de cojudo naturalmente) que le sirve de insignia y de carnet, de contraseña y de prueba, cuando las cojudeces que hagan no demuestren fehacientemente su personalidad.

El pelo de cojudo no está necesariamente en la cabeza, porque de ser así no habría cojudos calvos, o el cojudo se iría desacojudando en razón de su calvicie. El pelo de cojudo puede estar en el bigote, en la oreja, en la nariz, en la pierna, en el pubis o en cualquier otro lugar donde haya tradicionalmente pelos - excepto en la sopa, donde el pelo es de pendejo y pertenece al mozo - pues ahí está.

Lo lleva consigo desde que nace hasta que muere, porque el pelo de cojudo no se cae nunca, de igual manera que jamás se marchita ni encanece. Acompaña al cojudo con una fidelidad realmente asombrosa, que nos sirve como un seguro de vida para no caer en las garras de un pendejo.

Por lo tanto, frente al peruano sólo estaremos seguros cuando exhiba su pelo de cojudo y nos dé la tranquilidad necesaria para cojudearlo sin angustias, visto que el pelo de cojudo no se puede falsificar. Aparece en la superficie, desde luego, pero tiene sus raíces distribuídas por el cuerpo, la mente, el alma, la percepción, la capacidad de análisis, la expresión y el todo esencial del cojudo que le sirve de maceta...

Sin pecar de optimistas podemos afirmar que la presente y muchas generaciones venideras vivirán dentro de la misma correlación de fuerzas, entre cojudos y pendejos, en que se ha cristalizado nuestra sociedad. En lo personal, yo creo que no cambiaremos nunca. Porque - ¡tengamos confianza! - la Divina Providencia nos pondrá siempre un cojudo a mano, para los casos de apuro, y nos protegerá - al mismo tiempo - de todos los pendejos que nos quieren hacer cojudos para cubrir sus necesidades. ¿Hacia dónde se dirigen los cojudos? No se sabe. ¿Cómo aparecieron entre nosotros? Sólo hay teorías.

Hace mucho tiempo se encontró un cráneo prehistórico en las inmediaciones del Cuzco. Lucía un hachazo en el occipital que debió dejarlo seco en el acto. El Carbono 14 demostró que tenía más de mil años y, evidentemente, le dieron el golpe cuando estaba distraído, mirando para otro lado.

Bueno, ese - para mí - fue el primer cojudo que tuvimos en el Perú.

viernes, enero 18, 2008

El Río - Javier Heraud

Yo soy el río que canta

al mediodía y a los

hombres,

que canta ante sus

tumbas,

el que vuelve su rostro

ante los cauces sagrados.

Yo soy el río anochecido.

Ya bajo por las hondas

quebradas,

por los ignotos pueblos

olvidados,

por las ciudades

atestadas de público

en las vitrinas.

Yo soy el río,

ya voy por las praderas,

hay árboles a mi alrededor

cubiertos de palomas,

los árboles cantan con

el río,

los árboles cantan

con mi corazón de pájaro,

los ríos cantan con mis

brazos.

Llegará la hora

en que tendré que

desembocar en los

oceános,

que mezclar mis

aguas limpias con sus

aguas turbias,

que tendré que

silenciar mi canto

luminoso,

que tendré que acallar

mis gritos furiosos al

alba de todos los días,

que clarear mis ojos

con el mar.

El día llegará,

y en los mares inmensos

no veré más mis campos

fértiles,

no veré mis árboles

verdes,

mi viento cercano,

mi cielo claro,

mi lago oscuro,

mi sol,

mis nubes,

ni veré nada,

nada,

únicamente el

cielo azul,

inmenso,

y

todo se disolverá en

una llanura de agua,

en donde un canto o un poema más

sólo serán ríos pequeños que bajan,

ríos caudalosos que bajan a juntarse

en mis nuevas aguas luminosas,

en mis nuevas

aguas

apagadas.

jueves, enero 17, 2008

No estoy solo... voy conmigoooo

Si repito tu nombre/
después de otra jornada
y otra noche conmigo,/
si tu olor me recorre/
y entre pecho y guitarra
se hace más el vacío,/
si estas manos entre acorde y acorde
acordándose van de tu pelo/
no hace falta tanto cielo/
si la luna de tu piel no está./


Si entre verso y respiro/
se abre un azul profundo
que va tiñendo el tiempo,/
si a contraluz te miro/
y se hace más agudo
el filo de tu cuerpo,/
si esta nota no alcanza a tu tono/
y entonándote vuelo y respiro/
no estoy solo, voy conmigo/
y la estela de este canto atrás./


Puedo hablar de ti con mis amigos,/
mi canto, mi silencio, mi conmigo,/
puedo hallar tu rastro si lo quiero/ hoy
sé perfectamente donde te dejé.



La nostalgia me persigue...

sábado, enero 05, 2008

Las cosas simples de la vida... nos dan siempre alegría

"Nino" es una novela muy antigua, hecha en los años 70 una coproducción peruano-argentina que marcó todo un suceso, por lo menos en Perú. Eran las grandes épocas de Panamericana Televisión, el canal peruano más importante.

Es seguro que muchos podrán reconocer ahí a jóvenes actores, que después serían muy famosos, como Arturo Puig, Alberto Fernández de Rosa de "Grande Pa", Roberto Bonet, Emilio Comte, Maria Aurelia Bisutti y las actrices peruanas Elvira Travesí y Gloria María Ureta.





LAS COSAS SIMPLES DE LA VIDA/
NOS DAN/
SIEMPRE ALEGRIA/
Y SOLA, LA FELICIDAD/


EL DULCE CANTO/

DE UN ZORZAL/


LA SOMBRA VIEJA/

DE UN PARRAL/


EN EL PLACER/

DE CONVERSAR/


EN EL ABRAZO/

QUE SE DA/


A UN AMIGO/

QUE SE VA/


EN EL LUCHAR Y TRABAJAAAR.../


LAS COSAS SIMPLES DE LA VIDA/
NOS DAN/
SIEMPRE ALEGRIA/
Y SOLA, LA FELICIDAD.../


EN ESE NIÑO/

QUE VENDRÁ/


EN ESE BESO/

QUE SE DA/


EN EL AMOR/

Y LA AMISTAD/


EN EL PLACER/

DE CAMINAR/

EN EL PODER IMAGINAR/


TENERLO TOOOODO, SIN TENEEEER.../

miércoles, enero 02, 2008

El cuarto yerro de Santiago Roncagliolo: Espada sin filo


Edgardo Pallarderi / AMERICA REPORTE

Diciembre 21, 2007


Esta pretenciosa biografía de Abimael Guzmán hecha por el escritor Santiago Roncagliolo, resulta demasiado discretísima . No es ni fu ni fa. Esta para la liga de segunda o de cuarta. Y lo peor, sus datos históricos tienen yerros de aprendiz.

Desde su introducción, el autor, pretende subestimar al lector con un párrafo absurdo de final taradiño y pueril: “La cárcel que encierra a Guzmán fue construida para él (...) para fugarse, Guzmán tendría que atravesar paredes de cuarenta centímetros (...) siete puertas metálicas (...) un campo minado (...) es poco probable que lo intente". (15) Y uno se pregunta ¿tanto rollo para rematar de ese modo sobreentendido?


Luego, detalla su impresión sobre los perros colgados, harto conocida, vista y novelada por un inglés llamado Nicholas Shakespeare. Y, se interroga confundido, como quien dice, pucha, qué debo hacer para seguir en la colada: “¿Por qué un reportaje de Guzmán? Porque vende. O porque creo que es lo único que puedo vender. Siempre he sido un mercenario de las palabras. Escribir es lo único que se hacer y trato de amortizarlo. Ahora vivo en España y trato de hacerme
un lugar como periodista “.


O sea, ahora, el hombre quiere quitarle la chamba a Villanueva, Titinger, Galarza y creerse periodista como si las huevas, sin matricularse en una facultad de periodismo. ¿Dónde quedó su gloria de premio Alfaguara como escritor? ¡Qué fácil se es periodista!, ¿no?¿Para qué estudiar la carrera, entonces? ¿Para ser suplantados por otros profesionales?

Con una ostra grandísima, Roncagliolo declara: “Un mes después aterrizo en mi ciudad con la sensación de que me he metido en un lío. Para empezar, no se nada realmente. He tratado de comunicarme por Internet con algunos órganos senderistas"(...) "No encuentro confesiones de criminalidad, algo de sangre, una buen a historia “. (p24-25)
Y, perdido en el espacio, por creerse periodista, el premio Alfaguara, recién se da cuenta que la niñez ofrece muchas cosas y consulta como “practicante" a quienes rodearon a Guzmán en sus años de lingo para justificar su historiucha de marras .

¡Bien que la justifica!
El “investigador periodístico” utiliza como “prodigiosa” fuente, para empezar, la novela de la hermana política de Guzmán que describe a un guerrillero y su ambiente cuyos asuntos debemos creer y, añade un perfil de Guzmán hecho por Shakespeare y otro del SIN . ¡De segunda mano, Dios!

A este dato, acompaña otros de personas que conocieron a Guzmán como anónimos informantes, agentes, ex terroristas que cualquier suspicaz diría que podría haberlos inventado o que son rumores, son rumores; también, personajes públicos, como el sheriff Jiménez, el abogado de Guzmán, la bailarina Garrido, dirigentes como Espinoza, congresistas como Nancy Obregón y la famosa Elena Iparraguirre, pero su expectativa de hacer una biografía decorosa, un combo maldito publicable, un libro de cabecera sobre Sendero, se va al traste. Su reportajucho parece cañería rota y hace agua por todos los orificios. Es wikipedia, datos harto conocidos, tanteos absurdos, accesos denegados, y ni siquiera, cuando intenta humanizar a Guzmán con el asunto que el líder tuvo una novia y, ésta al dejarlo, propició la revolución o que tuvo una hija, convence.

Encima de ello, Santiago Roncagliolo columnista de El Comercio de Perú y El País de España, mete las cuatro en la Historia del Perú.

El capítulo 2 es de antología. El autor escribe: “antes del Imperio inca, en sus alrededores habitaban culturas guerreras como los Wari y los chancas, que se aliaron con los españoles para librarse delos incas” (pp47). Y el historiador Luis Lumbreras en su libro Los orígenes de la civilización en el Perú sobre los Wari dice “Cuando cayó Wari, el prestigio de Pachacamac se mantuvo y aún en tiempos de los incas, siguió siendo de primerísima importancia, conservando sus propios dioses, que seguramente fueron los de Wari, ciudad que en el tiempo de los Incas era ya solo una ruina“ ( pp. 144). Con lo que los Wari no se aliaron con los españoles pues no existían como ejército en el período Inca.

Describiendo al mito de Incarri, Roncagliolo trascribe: “durante el Virreynato, la resistencia mas combativa surgió ahí, en la (...) Mancha India de la Sierra Sur; la revuelta de Túpac Amaru l en 1580 y la de Túpac Amaru ll, doscientos años después. Tras la muerte del segundo (...) la religión forjó la leyenda del Inkarri". (pp. 47)

El historiador Clemente Markham lo hace trizas al referir: “el último inca Túpac Amaru fue ejecutado en 1572 en la Plaza Mayor del Cusco por el virrey Francisco de Toledo, su cabeza quedo clavada en un palo (...) En la noche, los españoles contemplaron sorprendidos como una multitud de indios de rodillas veneraba a su Inca muerto. De esta adoración y de la esperanza surgió el mito de Inkarri, el hijo del Sol que un día uniría sus miembros enterrados en diferentes lugares y volvería para poner fin a la explotación (1).

En conclusión, no fue Túpac Amaru ll , el del mito sino Túpac Amaru I y fue en el Cusco y no en Ayacucho. A estas dos perlas, complementan otro par que denotan el desconocimiento del autor por hechos tan cercanos. En la primera, Roncagliolo escribe: “el general Morales Bermúdez no duro gran cosa. La presión ciudadana e internacional le obligó a convocar elecciones para una Asamblea constituyente en 1979“, ( pp. 82). Y el libro Historia de la República de Enrique Chirinos Soto anota: “El 31 de octubre de 1977 el gobierno convoca a elecciones para la Asamblea Constituyente mediante decreto ley 21949, (pp. 324).

En la segunda, Santiaguín detalla: “la Universidad de Huamanga seguía los principios del fundador del Partido Comunista del Perú, José Carlos Mariátegui, ( pp. 49). Y Chirinos vuelve a ponerlo en su sitio con: “En 1928, José Carlos Mariátegui había fundado el Partido Socialista ( …) muerto Mariátegui, el Partido Socialista bajo la dirección de Eudocio Ravines – futuro apóstata del comunismo-, cambia de nombre para llamarse en adelante Partido Comunista".
¿Dirá Roncagliolo que se le chispotearon dichos datichis porque no vivía por esas lunas o aún se orinaba en la camita Comodoy en el gobierno de Bermúdez?

Ni siquiera eso, pues hasta inventa cargos inexistentes. En la cronología de hechos redacta esto: “Nancy Obregón y Benedicto Jiménez salen elegidos congresistas” (pp. 284). ¿No fue Jiménez, candidato a la alcaldía de Lima? Y en el mejor estilo Bryce, coge una declaración de la entrevista de su amiga Paola Ugaz a Elena Iparraguirre como suya (Ugaz escribe: “¿Cómo decidió abandonar a sus dos hijos y su esposo Javier Verástegui? (...) Me até el corazón con mis tripas y salí sin voltear a tras a riesgo de convertirme en sal “ (Caretas No 1974 pp. 52) y Santiago: “¿he leído un poema suyo (...) en el que explica a sus hijos por qué los dejó para unirse a Sendero.

Debió ser difícil. En realidad, no (...) ¿Así, nada mas? ¿Fue tan fácil? "Fue tan doloroso. Me tuve que amarrar el corazón con las tripas para hacerlo. Pero no fue difícil". (pp. 235).

Lo que continúa a este cuarta espada sin filo de Roncagliolo, es:
1.- Acopio sin datos relevantes (patéticos, la búsqueda del analista de inteligencia Rafael Merino, la entrevista con el abogado de Guzmán que no dice nada, la negativa de Maritza Garrido a soltar novedades, la entrevista con Elena Iparraguirre aparentemente retocada), 2.- Frivolidades que no vienen al caso (¿A quién le interesa saber que Sendero fue un problema sexual para el autor como lo detalla en la página 138 y que salió de pito el año del congreso de Sendero en 1988 a los 13 años?)
3.- Estilo repelente de la segunda persona para intimar con el lector y, que se ha propagado como sarna, en algunos redactores de revistas, dizque de periodismo literario que nadie compra por lo caro y encima aburre ( “Nancy Obregón no es el tipo de chica con quien quieres tener una pelea. Sabe usar armas y golpear carreteras", escribe Roncagliolo en la página 135 y nosotros le respondemos: uy, qué miedo o que ridícula escritura).
4.- Su obsesión por repetir en varios pasajes del libro, su trauma de los perros colgados (páginas 21 79 y 97).
5.- Sus palos, acusando a los escritores de los noventa de pastrulos (Malca, Bayly , etc.) y que él solito se integra, sin pertenecer al grupo “el mundo entero pensaba igual: Bret Easton Ellis; Fuguet, Mañas. ¿Cómo podías ser escritor en los noventa si no eras joven guapo y drogadicto? (61).
6.- Su golpe bajo a los escritores de provincia ( "en la sierra se escribía literatura sobre la violencia política, pero en Lima nos daba igual. Ni siquiera se reseñaba esos libros en el diario. No figuraba en los escaparates ( pp. 61).
7.- Y para terminar, sus misiles solapa contra su jefe que le pagó sus juergas y sus colegas de oficio, cuando fungía de redactorcillo de El Sol (diario peruano que tuvo efímera vida) del fallecido Marsano (“entré como periodista en un diario oficialista, una empresa casi ficticia. Su única utilidad era publicar portadas amables que el gobierno agradecía con su apoyo a otras empresas del dueño. Muchos columnistas políticos no creían en lo que escribían, pero tenían familias que mantener y no se quejaban. Los editorialistas habían inventado un concurso: quien escribe el artículo más rápido a favor del gobierno. El récord estaba en cinco minutos con veinte segundos”), pp. 215.

¿Estaría acusando Roncagliolo de “vendidos” y fujimoristas a los señores Ignacio Basombrío y Ramiro Escobar y Francisco Tumi , quienes laboraban allí y que ahora podrían hacerle juicio?
Quizá, hubiese sido interesante, que Santiaguín ahondase más, en la entrevista a Gustavo Espinoza, quien le planteó la tesis que tras Guzmán ¿estaría acaso la CIA? ( “muchos atentados eran dirigidos por el ejército o la policía(...) Después de poner a Pinochet en Chile, la reacción decidió inventar a Sendero o exagerarlo para fascistizar a la fuerza armada peruana. ¿Alguna vez los republicanos españoles o los montoneros hicieron un apagón como los de Sendero? ¿Alguna vez dejaron una ciudad entera a oscuras? No se puede, a menos que cuente con equipo militar, con información militar “, pp. 66.

Esta cuarta espada o cuarto yerro, devela que Roncagliolo ha escrito este libro con surmenage, pues como periodista o biógrafo, es buen escritor pero, ni siquiera eso, con el funesto antecedente de Abril Flojo, sus tibias novelitas Pudor y El príncipe de los caimanes. Y acaso, en el fondo, tenga razón cuando dice en la página 190, “siento vergüenza de ser lo que soy “. Ustedes que dicen.

Fuente:

• Voces y cantos de las mujeres. Sara Beatriz Guardia, Ed Linea y punto, 1999
• Caretas No 1974. “ La novia de Abimael “ por Paola Ugaz, pp. 49-51
• La cuarta espada. L a historia de Abimael Guzmán y Sendero Luminoso. Santiago Roncagliolo, Debate. 2007-11-27
• Historia de la República . Tomo ll 1930-1990. Enrique Chirinos Soto. Afga Editores.
• Los orígenes de la civilización en el Perú. Luis Lumbreras. Ed Milla Batres 1974.

Otro final para no tener problemas

Esta cuarta espada no tiene filo. Mas que un reportaje es un trabajo de recopilación a la loca de documentos y por allí solo chispazos, brillos tenues de algunas fuentes de su peculio. Roncagiolo como periodista de investigación sigue siendo un buen escritor ¿acaso de cuarta?