jueves, enero 15, 2009

Los Escondidos


Los Escondidos


Por Ascanio

I

El 31 de diciembre de 1998 en la ciudad de Lima fue un día caprichosamente caluroso. Y no era por eso que me sentía perturbado, sino porque ese día en cierto modo se resolvía mi libertad. Mi hermano se casaba para febrero y mi hermana lo hacía para mayo. Mi madre se iba a vivir con mi hermano y la casa se remataba para saldar algunas deudas. Tantos años en una tenaz pugna por conseguir mi libertad, y ahora, me encontraba solo y sin casa. Unos meses más y me convertiría en un ser enteramente libre y completamente vulnerable.

Si bien, ya contaba con 25 años sobre mis hombros, no puedo decir que era un hombre con toda la experiencia necesaria para saber vivir sin garrafales deslices, y lo único a lo que aspiraba en ese momento, era a no equivocarme a la hora de sobrevivir.

El trabajo en el que me encontraba no era del todo bueno. Era una entidad pública que tenía que ver con el control y el desarrollo de la educación; en ese lugar se diseñaban políticas de estado para ese sector. Para mí, era un trabajo aburrido, y mi papel en él era puramente burocrático, de aquel que firma y sella documentos, sin preguntar por que o para que.

Para ese momento contaba ya con una carrera técnica y otra en marcha; durante los últimos tres años había estudiado cocina en Le Cordon Bleu Perú. Siempre me había gustado la gastronomía, es más, nos venia de familia. Mi hermana, mis abuelos, mis tías; todos habían sobresalido por su toque fino para la cocina. Era mi herencia que me daría de comer por buen tiempo.

Mi otra carrera era Marketing y Publicidad, que la seguiría en los próximos tres años. Estas serían mis dos pasiones en el ámbito profesional. La primera la abandonaría para tenerla tan solo como un talento para el disfrute de un entorno muy reducido. La segunda, sería la que marcaría mi vida en muchos sentidos. Tanto que llegaría incluso a destruir mi fe en la gente que habita este mundo.

Creo que ese año empezó mi verdadera vida. Fue doloroso asumir el costo de la verdadera libertad. Descubrí un mundo distinto. Cruel, depredador, cínico e indiferente. Con el tiempo me haría fuerte. Y aprendería a ser lo suficientemente insensible como para lograr que no me duela lo que tendría que vivir.

Mi mundo sería este. Y mi vida estaría marcada por el dolor y la tragedia, simplemente, para salvar a otros.